Vivo,
saboreando su alivio,
creciendo al destino,
escuchando su trino
a mí alrededor.
Vivo,
degustando su brillo,
intentando el camino,
ponderando lo fino
en mi corazón.
Vivo,
y gozoso contemplo su bien,
incremento mis ansias de fe,
y me estimo despierto.
Vivo,
y sediento recibo su ser,
me conforta su flama de miel,
y me sé redimido.
¡Vivo!
(Agosto 2000) |