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Lo admito, al principio,
no lo reconocí,
mi vida era ser centro
y mi atención no di.
Me hablaron del misterio,
y no lo comprendí,
mi sueño era concreto
y su canción no oí.
Lo admito, fue más tarde,
que lo reconocí,
fue al saber de muerte
que mi atención le di.
Confrontando mi miseria,
así lo comprendí,
y en medio del silencio
a la canción oí.
Lo admito, muchas veces,
no reconozco aún,
pues al planear un verso
me pierdo su canción.
Es verdad…
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La mujer y la palabra
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Lo confieso,
muchas veces,
olvido su sufrir,
me centro en mi pobreza
y pierdo su reír.
A pesar de su grandeza,
persisto en afligir,
me apego a la tristeza
y mancho el porvenir.
Lo confieso, muchas veces,
preferiría el morir,
contemplo mi flaqueza
y dudo mi partir.
Aunque sé de riqueza,
escojo el exigir,
diluyo su proeza
forzando mi vivir.
Lo confieso, muchas veces,
camino sin oír,
me estimo en la cabeza
y crezco mi mentir.
(Enero 2002/Abril 2002)
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